jueves, 15 de septiembre de 2011

Llorar con una sonrisa.

Hablo y me quiebro, no quiero más, no puedo más.
No sé que carajos es lo que me pasa pero no puedo parar de llorar.
En un momento de locura puedo cerrar todas mis cuentas en alguna que otra red social como si eso pudiera hacer retroceder el tiempo o hacerme desaparecer totalmente.
No encontré a nadie que me de la verdad en la mano, porque la verdad no existe, son solo opiniones. Y eso es lo que me mata, buscar algo que no existe en ningún lugar del mundo.
Más que nada, busco sinceridad, algo que no hiere ni lastima, una palabra que te choca y te atraviesa hasta llegar al corazón. Una palabra de diez letras que tranquiliza el alma.
Tengo lágrimas saladas, llenas de amor. Es como una descarga, me sobrepasa cualquier tipo de sentimiento, algo más a mi vida y lloro, porque estoy hasta el tope, no puedo más.
Alguien que pregunte por mi y que me quiera bien.
Como si una lágrima más pudiera seguir dañándome. ¡NO!
Encontrar una libertad de solo dos días.
Dormir por tres días seguidos ahuyentando todo tipo de mal sueño que interrumpa mi fantasía del: "todo bien"
Fracasar sintiéndome patética.
Buscar consuelo y recibir una cachetada.
Aspiro aire, entra por mis pulmones, me llena y me desaliento, una punzada se vuelve desde mi estómago hasta mi pecho, donde sin querer llega a mi corazón, haciéndome gritar de dolor o peor aún: silenciar un dolor que no me deja respirar.
Algo me esta haciendo cosquillas en la cabeza, no sé que, pero se que me lastima y me trae molestias.
También existe algo que, si bien llega a mi corazón, es solo para acariciarlo y para darle mimos.
Lastimado, lastimado y pobre. Ella lo quiere y me lo cuida.
Por eso la quiero, porque es la única capaz de traerme una sonrisa o un lado positivo a esta gran noche. No hablo de las doce horas después del día, sino de algo mucho peor y que da más miedo, la noche en uno mismo.
Esa noche que te cierra los ojos haciéndote sentir pequeño e inferior, que te obliga a respirar con dificultad. Una oscuridad perturbante, que te llena la cabeza de pájaros.
No puedo seguir luchando contra ello, soy débil y frágil. Lloro porque (como dije anteriormente) me gusta sentir la brisa del viento pegarse a mi rostro a causa de mis lágrimas.
Hay una vida en mi corazón, se llama Isabella y llegó para quedarse.
Tengo un dolor en la espalda que me obliga a sentarme, no puedo respirar.
¿Hay algo que no me duela?
Si, me quejo de todo, pero si todo me duele y tengo catorce años, ¿qué puedo hacer? ¿salir a manejar por la noche? ¿tener un día borracha y sin conciencia? ¿faltar al trabajo? ¿ir al gimnasio? ¿qué? No puedo hacer nada con mi corta edad, no puedo parar, es una terrible pavada y tan insignificante que tal vez el día de mañana ya ni me acuerde, pero hoy...hoy me esta matando.
No puedo detener una tormenta en plena descarga, tengo que aprender a caminar debajo de ella, y encontrarle el lado positivo: mis lágrimas se van a confundir con las gotas de lluvia.

Llorar con una sonrisa y brindarme yo misma un apoyo inexistente pensando plenamente en el profundo amor que le tengo a Isabella, aunque el día no me haya dejado verla hace casi una semana y mi corazón pida su presencia, se que ella me siente como yo la siento a ella. Aprenderé a sobrellevarlo si ello me lleva a tenerla en mis brazos...

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