Ese gustito agridulce que tanto quería saborear, hoy en quince minutos se volvió tan amargo que tuve que escupirlo. Lo bueno dura poco y se hace desear.
¿Qué paso? ¿Qué salió mal? ¿Tan complicado es darle un gusto al paladar? Tanto tiempo esperando ese sabor y hoy, en pocos minutos la garganta me pedía a gritos escupir lo que estaba ingiriendo. Creo que abuse del buen sabor, del bienestar y del corto tiempo que dura lo agridulce.
Ahora, el amargo me destruye, saca lo peor de mi, me transforma...El malestar que siento me obliga a responder erróneamente. ¿Por qué? ¿Por qué siempre lo bueno dura tan poco? No lo sé. No sé como manejar mi cuerpo teniendo este sabor dentro mio, no sé como manejarme. Cierro los ojos, trato de concentrarme en otra cosa que no se refiera a la molestia que siento. Trato de meter en mi cabeza que lo amargo siempre está, solo que no lo vemos. Cuando probas lo agridulce no queres despegarte del sabor nunca más, solo queres que tu paladar saboree eso y nada más. Pero, nada es para siempre, y todo llega a su fin. Ese corto lapso entre lo dulce y lo agridulce terminó, ahora llegó el gusto amargo e hiriente, el que no cualquiera puede probar. Yo, sin querer, lo deje entrar en mí. Ahora, con un poco más de experiencia, estoy más segura que nunca, que lo agridulce fue el mejor sabor que deje entrar por mis labios, meterse por mi garganta y llegar a mi corazón, para así, permanecer en él el tiempo que sea necesario. El tiempo de la felicidad, de lo agridulce.
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