Perdón humanidad, si, perdón por un segundo haber desconfiado de tu egoísmo, por haber creído en vos, por pensar que podías llegar a ser capaz de poner a alguien antes que vos, a un pobre boludo que necesita ayuda, pensé que lo ibas a ayudar, y te pido perdón por eso.
Yo te conozco, sé que pongo mucho sobre tus hombros, sé que tenes muchas expectativas encima y muchos ojos mirandote, pero humanidad, yo tenía algo muy personal con vos, yo creía...eso que se hace con el corazón mientras depositas todas tus lágrimas y esperanzas en alguien, y yo lo hice en vos humanidad, y te pido perdón.
Te pido perdón por haberte fallado, por no seguir las normas que impuestas están en vos, no sé en qué estaba pensando, tal vez estaba demasiado enferma de amor, tal vez, seguro, lo más probable.
Humanidad, ya no sé como pedirte perdón, en serio necesito que lo hagas, fui una tonta y una irrespetuosa, no merecías tal falta de respeto, tal caracterización, pero yo sin embargo lo hice humanidad, y perdón.
Espero que entiendas que estás fallas las tenemos todos los tontos, y con eso ya hablo mucho de vos, soy así humanidad, demasiado ilusa, demasiado que quiero y que deseo, y sobre todo: demasiado que creo.
Perdón porque siempre fuiste la misma, la que todos conocemos, no se salva ninguno de tus hijos, humanidad, somos todos los mismos, tal basura que ni siquiera nos podemos diferenciar, pero bueno, yo creí y perdón por eso, nunca suelo entender lo que hago, de hecho nunca lo hago.
Perdón y tranquila que no pienso hacerlo nunca más, me quedó bien en claro lo que sos, aunque siempre lo supe...

lunes, 13 de junio de 2016
lunes, 18 de abril de 2016
Carta de invierno.
El martes siguiente hacía frío, volaban las hojas y los pensamientos, los ojos ya no gritaban lágrimas y mi voz ya no se quebrantaba. Me abrigué, me abrigué todo lo que pude y tomé todo el café que el estómago me permitió, pero al final del día comprendí que necesitaba otro tipo de calor, otra clase de temperatura, tal vez tu voz...ésa voz...
Se había cumplido una semana de la vez que decidiste sonreírme con lágrimas en los ojos, mientras en palabras, te alejabas de mí, y te lloré cada vez que el sol se apagaba, junto con mis emociones, y me abracé al invierno que tanto me cantaste aquel martes de frío.
"Luz" me dijiste, me rogabas con tu tono de voz que te mirara, me suplicabas con la respiración agitada que te perdonara, ¿cómo hacerlo?¿cómo afrontar éste invierno? No te pude decir nada, recordarás que mis lágrimas me lo impidieron, pero cuando salí de tu casa, algo más dejé por las veredas aparte de tu presencia, dejé todo lo que tenía para decirte, lo perdí entre susurros en mi cabeza, y aunque hoy todavía retumban, perdí las esperanzas de algún momento volver a acomodarte ese mechón que se te escapa mientras te cuento todo lo que me pasó.
Nunca conocí el sentimiento de pérdida, nunca experimenté tener a alguien cerca mío y a la vez tan lejos, cómo puedo seguir pensándote todos los días, abrazándote en sueños, hablándote en canciones, y...vos tan lejos, tan ausente.
La sensación de que te quitaron una parte de tu cuerpo, una extencion de tu esencia es similar a la de quererse muerto, la de quererse dormido, la de quererse (y estar) en el invierno más frío de mi vida.
El miércoles a la mañana todavía la brisa seguía golpeándome las mejillas, y congelándome la nariz, pero ya no lloraba, tal vez el frío incluso había congelado las ganas de llorar, ojalá fuera así.
El "seguir con la vida" es complicado para quien necesita una pausa en su rutina, fumarse un pucho mientras contas las estrellas y cerras los ojos para sentir el aroma de la noche, pero vos...vos no me diste tiempo a eso, vos te fuiste un martes, y nunca volviste, vos trajiste un invierno que no puedo calmar y voces que no puedo callar, me dejaste con los ojos abiertos y con el té a medio terminar, y así como si nada, como tan difícil fue llegar, tan fácil fue irte...y te fuiste.
Toda mi vida continuó en bufandas y con distintos pares de medias todos los días, las horas pasaban, tres tasas de café por día, risas muy de menos, y las lágrimas se congelaban. ¿Cómo sigo después de ésto? ¿cómo controlar los impulsos de extrañarte que tengo? ¿a quién tengo que preguntarle por qué te fuiste? ¿a quién preguntarle si me seguís extrañando? ¿me amarás todavía, o dejaste de hacerlo? ¿cuándo tus besos comenzaron a ser secos? ¿cuándo...?
Se había cumplido una semana de la vez que decidiste sonreírme con lágrimas en los ojos, mientras en palabras, te alejabas de mí, y te lloré cada vez que el sol se apagaba, junto con mis emociones, y me abracé al invierno que tanto me cantaste aquel martes de frío.
"Luz" me dijiste, me rogabas con tu tono de voz que te mirara, me suplicabas con la respiración agitada que te perdonara, ¿cómo hacerlo?¿cómo afrontar éste invierno? No te pude decir nada, recordarás que mis lágrimas me lo impidieron, pero cuando salí de tu casa, algo más dejé por las veredas aparte de tu presencia, dejé todo lo que tenía para decirte, lo perdí entre susurros en mi cabeza, y aunque hoy todavía retumban, perdí las esperanzas de algún momento volver a acomodarte ese mechón que se te escapa mientras te cuento todo lo que me pasó.
Nunca conocí el sentimiento de pérdida, nunca experimenté tener a alguien cerca mío y a la vez tan lejos, cómo puedo seguir pensándote todos los días, abrazándote en sueños, hablándote en canciones, y...vos tan lejos, tan ausente.
La sensación de que te quitaron una parte de tu cuerpo, una extencion de tu esencia es similar a la de quererse muerto, la de quererse dormido, la de quererse (y estar) en el invierno más frío de mi vida.
El miércoles a la mañana todavía la brisa seguía golpeándome las mejillas, y congelándome la nariz, pero ya no lloraba, tal vez el frío incluso había congelado las ganas de llorar, ojalá fuera así.
El "seguir con la vida" es complicado para quien necesita una pausa en su rutina, fumarse un pucho mientras contas las estrellas y cerras los ojos para sentir el aroma de la noche, pero vos...vos no me diste tiempo a eso, vos te fuiste un martes, y nunca volviste, vos trajiste un invierno que no puedo calmar y voces que no puedo callar, me dejaste con los ojos abiertos y con el té a medio terminar, y así como si nada, como tan difícil fue llegar, tan fácil fue irte...y te fuiste.
Toda mi vida continuó en bufandas y con distintos pares de medias todos los días, las horas pasaban, tres tasas de café por día, risas muy de menos, y las lágrimas se congelaban. ¿Cómo sigo después de ésto? ¿cómo controlar los impulsos de extrañarte que tengo? ¿a quién tengo que preguntarle por qué te fuiste? ¿a quién preguntarle si me seguís extrañando? ¿me amarás todavía, o dejaste de hacerlo? ¿cuándo tus besos comenzaron a ser secos? ¿cuándo...?
Vos toma ésto y te olvidas de todo. Eso me dijo una amiga, muy amiga, pero tan amiga que sin embargo no supo que el dolor no se olvida aún con la droga más efectiva de todas, lo que hace es aumentarlo.
miércoles, 2 de marzo de 2016
Vi el viento libre y me enamoré
Bueno, ¿quién dijo que la soledad es una enfermedad?
Muchas veces pensamos que las personas solitarias son tristes, o que les pasó algo tan terrible que las obligó a quedar solitarias, a escuchar sus latidos y sentir su silencio, disfrutarlo.
Pero, ¿qué pasa cuando la soledad es una decisión? ¿será difícil asumirla?
Hoy vengo a contar algo que no sé, por lo que no viví, algo de lo que voy a hablar pero que no estoy segura, voy a hablar de temas que desconozco, y desconozco tanto que me gustaría aprenderlo e incluso vivirlo.
La soledad.
Existen personas a las cuales no les gusta estar solas, e incluso eso las deprime o las pone tristes. Por el contrario, hay otras personas que disfrutan de su mera compañía, de pasar tiempitos de lectura con algún autor famoso, o de escuchar música mirando al cielo, y me parece algo hermoso. Me gusta el tiempo a solas, me gusta abrigarme, sentarme donde pueda respirar aire ajeno, cerrar los ojos mientras escucho melodías que más que música, son terapias. Me gusta todo eso, lo disfruto, quisiera poder disfrutarlo más, pero aún con ese poquito placer, lo disfruto.
Ahora me gustaría que otras brisas me acaricien, que otros paisajes me inunden los ojos, y que otro sol alumbre mis deseos, pero es el lugar que ya conozco, y que podría llamar me hogar. Estoy necesitando un poquito más, algo un poco más nuevo, ya sabes...otros hogares que visitar y ver otros árboles, otras caras, mmm, otro cielo.
Llamalo soledad, llamalo respirar aire nuevo, llamado cambio de aire, llamalo vacaciones, llamalo como más quieras, pero necesito irme, un poco bastante lejos, descansar la cabeza, ir hacia otro tiempito compartido, conmigo misma, y tener frío, que la brisa me cubra todo el cuerpo y más allá de eso...que me duelan los pies de tanto caminar, que tengas ganas de tomar un café con leche, con mucho café y con mucha leche, que me den ganas de dar un abrazo, querer escuchar una guitarra, querer leer unas líneas, querer charlar de la vida y de la muerte, apurarme por comer, pensar en el mañana, estar cansada, estar tan cansada de ser feliz que hasta quisiera dormirme mirando al cielo tan oscuro que casi ni parece cielo, me gustaría quedarme despierta sin tener miedo, sin tener temor a que ya es tarde, que hay que volver a soñar, porque la gente mala es mala con aquellos despiertos, me gustaría.
Y quiero irme, mucho quiero irme, no porque no me guste estar acá, al contrario, me gusta, disfruto sus besos, disfruto sus dibujos, me gustan sus comidas lights, disfruto de las risas, me gusta estar para algo, pero ya fue suficiente de todo lo mismo.
Amerita un cielo que no mirará, así yo perderé el miedo a volar, cuando no contestas y desapareces, serenamente llena el vacio de las ausencias como un niño dentro de mi, quede en cuando en cuando tira un consejo y se echa otra vez a dormir.
Ya abra tiempo de volar lejos, de respirar nuevo, y de extrañar viejo, mientras tanto, seguiremos soñando en alto, escuchando música que me lleve a donde quisiera estar, y cuando no me de cuenta, porque la cabeza no me dejé pensar...allí estaremos, donde siempre tuvimos que estar.
Muchas veces pensamos que las personas solitarias son tristes, o que les pasó algo tan terrible que las obligó a quedar solitarias, a escuchar sus latidos y sentir su silencio, disfrutarlo.
Pero, ¿qué pasa cuando la soledad es una decisión? ¿será difícil asumirla?
Hoy vengo a contar algo que no sé, por lo que no viví, algo de lo que voy a hablar pero que no estoy segura, voy a hablar de temas que desconozco, y desconozco tanto que me gustaría aprenderlo e incluso vivirlo.
La soledad.
Existen personas a las cuales no les gusta estar solas, e incluso eso las deprime o las pone tristes. Por el contrario, hay otras personas que disfrutan de su mera compañía, de pasar tiempitos de lectura con algún autor famoso, o de escuchar música mirando al cielo, y me parece algo hermoso. Me gusta el tiempo a solas, me gusta abrigarme, sentarme donde pueda respirar aire ajeno, cerrar los ojos mientras escucho melodías que más que música, son terapias. Me gusta todo eso, lo disfruto, quisiera poder disfrutarlo más, pero aún con ese poquito placer, lo disfruto.
Ahora me gustaría que otras brisas me acaricien, que otros paisajes me inunden los ojos, y que otro sol alumbre mis deseos, pero es el lugar que ya conozco, y que podría llamar me hogar. Estoy necesitando un poquito más, algo un poco más nuevo, ya sabes...otros hogares que visitar y ver otros árboles, otras caras, mmm, otro cielo.
Llamalo soledad, llamalo respirar aire nuevo, llamado cambio de aire, llamalo vacaciones, llamalo como más quieras, pero necesito irme, un poco bastante lejos, descansar la cabeza, ir hacia otro tiempito compartido, conmigo misma, y tener frío, que la brisa me cubra todo el cuerpo y más allá de eso...que me duelan los pies de tanto caminar, que tengas ganas de tomar un café con leche, con mucho café y con mucha leche, que me den ganas de dar un abrazo, querer escuchar una guitarra, querer leer unas líneas, querer charlar de la vida y de la muerte, apurarme por comer, pensar en el mañana, estar cansada, estar tan cansada de ser feliz que hasta quisiera dormirme mirando al cielo tan oscuro que casi ni parece cielo, me gustaría quedarme despierta sin tener miedo, sin tener temor a que ya es tarde, que hay que volver a soñar, porque la gente mala es mala con aquellos despiertos, me gustaría.
Y quiero irme, mucho quiero irme, no porque no me guste estar acá, al contrario, me gusta, disfruto sus besos, disfruto sus dibujos, me gustan sus comidas lights, disfruto de las risas, me gusta estar para algo, pero ya fue suficiente de todo lo mismo.
Amerita un cielo que no mirará, así yo perderé el miedo a volar, cuando no contestas y desapareces, serenamente llena el vacio de las ausencias como un niño dentro de mi, quede en cuando en cuando tira un consejo y se echa otra vez a dormir.
Ya abra tiempo de volar lejos, de respirar nuevo, y de extrañar viejo, mientras tanto, seguiremos soñando en alto, escuchando música que me lleve a donde quisiera estar, y cuando no me de cuenta, porque la cabeza no me dejé pensar...allí estaremos, donde siempre tuvimos que estar.
domingo, 21 de febrero de 2016
Te abracé toda la noche
Sí, la verdad es que lo hiciste, pero yo quise más, y ese fue mi error.
Sinceramente no puedo tener una postura firme en casos como éstos, algunos días es una, otros días es otra, sin embargo siento como una crece dentro, pero la niego, la niego todos los días porque te quiero.
Pero ayer eso no bastó, no alcancé con el amor y la demostración a poder tranquilizar tus impulsos, tus pulsaciones, saltaste igual.
Me quedaron miles de palabras por gritar y decir alto, pero solamente llegaron hasta la punta de los labios, no hubo impulso que las hiciera salir. Porque me dolió, me dolió tu última frase, me dolieron todas en realidad, con enojo, con tristeza y nervios, pero las dijiste, y me dolió. Quería abrazarte fuerte y que no te vayas nunca, no te iba a dejar saltar sólo, pero sin embargo, me abrazaste toda la noche...
Y simplemente eso fue lo que pasó, yo tenía miedo de no volverte a ver, de no volver a hablar con vos por mucho tiempo ¿cuánto es mucho? ¿cuánto tengo que esperar? si me abrazaste toda la noche.
No te quería dejar ir, quería que te quedaras conmigo, por miedo, y sin embargo, aún pegada a vos, abrazándote, lo dijiste, y no quedaba nada más que hacer, que llorar, había palabras de más en la conversación, no quería sumar. Pero sin embargo, me abrazaste toda la noche.
Y te abracé fuerte, te agarré fuerte, para que no te vayas, para tenerte al lado, para cuidarte, y vos me correspondías...sólo por la noche.
A la mañana no quisiste abrazarme, porque ya me habías abrazado toda la noche. El más importante era el abrazo de la mañana, mirarnos y poder decirte "no quiero que te pase nada", pero me abrazaste toda la noche, y yo no pude contra eso, lloré como siempre, pero lo sentí como nunca. Y lo siento.
Perdón por querer más, por querer que me abraces siempre y no toda la noche.
No te pude decir las tres cosas que quería, pero las voy a escribir, en algún lado las tengo que dejar.
No quiero que te pase nada.
Claro que me importas.
No quiero que te vayas.
Quedarán en mi memoria, porque vos...vos me abrazaste toda la noche.
Sinceramente no puedo tener una postura firme en casos como éstos, algunos días es una, otros días es otra, sin embargo siento como una crece dentro, pero la niego, la niego todos los días porque te quiero.
Pero ayer eso no bastó, no alcancé con el amor y la demostración a poder tranquilizar tus impulsos, tus pulsaciones, saltaste igual.
Me quedaron miles de palabras por gritar y decir alto, pero solamente llegaron hasta la punta de los labios, no hubo impulso que las hiciera salir. Porque me dolió, me dolió tu última frase, me dolieron todas en realidad, con enojo, con tristeza y nervios, pero las dijiste, y me dolió. Quería abrazarte fuerte y que no te vayas nunca, no te iba a dejar saltar sólo, pero sin embargo, me abrazaste toda la noche...
Y simplemente eso fue lo que pasó, yo tenía miedo de no volverte a ver, de no volver a hablar con vos por mucho tiempo ¿cuánto es mucho? ¿cuánto tengo que esperar? si me abrazaste toda la noche.
No te quería dejar ir, quería que te quedaras conmigo, por miedo, y sin embargo, aún pegada a vos, abrazándote, lo dijiste, y no quedaba nada más que hacer, que llorar, había palabras de más en la conversación, no quería sumar. Pero sin embargo, me abrazaste toda la noche.
Y te abracé fuerte, te agarré fuerte, para que no te vayas, para tenerte al lado, para cuidarte, y vos me correspondías...sólo por la noche.
A la mañana no quisiste abrazarme, porque ya me habías abrazado toda la noche. El más importante era el abrazo de la mañana, mirarnos y poder decirte "no quiero que te pase nada", pero me abrazaste toda la noche, y yo no pude contra eso, lloré como siempre, pero lo sentí como nunca. Y lo siento.
Perdón por querer más, por querer que me abraces siempre y no toda la noche.
No te pude decir las tres cosas que quería, pero las voy a escribir, en algún lado las tengo que dejar.
No quiero que te pase nada.
Claro que me importas.
No quiero que te vayas.
Quedarán en mi memoria, porque vos...vos me abrazaste toda la noche.
lunes, 1 de febrero de 2016
Mère
Bueno, mi mère. No es de cobardes tener miedo, ¿sabes? muchas veces sentí el miedo recorrerme las venas, pero nunca verdaderamente necesario.
No sé mucho que es el miedo, mère, sé que es algo que está constantemente y que cuando llega, es muy difícil echarlo. Y ahora no quiero que lo eches, mère. Miralo de frente al miedo, y sonreile, porque ni el ni nadie te pueden detener, es cuestión de fortaleza, de tener voluntad, de aferrarse a la confianza y de mirar de frente todas las adversidades para saber a que nos enfrentamos.
No tengo muchas palabras mére, se me pone la piel de gallina, la brisa me enfría el cuerpo, y la oscuridad de a poquito se va llevando todos los destellos de luz que tengo. Pero quiero que brilles, querida, en la más temible oscuridad, que brilles fuerte y que grites alto. Acá estoy yo. Y si miras por el rabillo del ojo me podes ver a mí, sentada, esperandote, contando las estrellas y poniéndome off para los mosquitos. Así, tan segura y tranquila, me encontras. Pero con fe, con fe en tu tranquilidad, en tu camino y en el nuestro.
Te amo mère, en las noches y durante el día,viendote a los ojos, y sintiéndote la respiración. Te amo a los gritos y con mis silencios. Te amo con palabras, y caricias.
Tengo un nudo en la garganta que me ahoga, mére, necesito paz, necesito que todo vuelva a la normalidad, preocupándonos por cosas banales, necesito superficialidad en la cotidianidad, y te necesito de pie.
Y te necesito.
En vos confío, mi mère.
No sé mucho que es el miedo, mère, sé que es algo que está constantemente y que cuando llega, es muy difícil echarlo. Y ahora no quiero que lo eches, mère. Miralo de frente al miedo, y sonreile, porque ni el ni nadie te pueden detener, es cuestión de fortaleza, de tener voluntad, de aferrarse a la confianza y de mirar de frente todas las adversidades para saber a que nos enfrentamos.
No tengo muchas palabras mére, se me pone la piel de gallina, la brisa me enfría el cuerpo, y la oscuridad de a poquito se va llevando todos los destellos de luz que tengo. Pero quiero que brilles, querida, en la más temible oscuridad, que brilles fuerte y que grites alto. Acá estoy yo. Y si miras por el rabillo del ojo me podes ver a mí, sentada, esperandote, contando las estrellas y poniéndome off para los mosquitos. Así, tan segura y tranquila, me encontras. Pero con fe, con fe en tu tranquilidad, en tu camino y en el nuestro.
Te amo mère, en las noches y durante el día,viendote a los ojos, y sintiéndote la respiración. Te amo a los gritos y con mis silencios. Te amo con palabras, y caricias.
Tengo un nudo en la garganta que me ahoga, mére, necesito paz, necesito que todo vuelva a la normalidad, preocupándonos por cosas banales, necesito superficialidad en la cotidianidad, y te necesito de pie.
Y te necesito.
En vos confío, mi mère.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)