martes, 28 de julio de 2015

El hermano de Bati.

Bati era un niño con mucho espíritu de niño, ¿sabes a lo que me refiero? me entendes, Bati era un niño, y hacía lo que un niño bueno...lo que un niño hace.
Bati tenía un hermano, muy grande, con manos muy anchas y con dedos largos, ojos chinos y corría muy rápido. No conocí al hermano de Bati, pero por lo que él me contó, era un hermano, y era mayor, y no nos olvidemos el detalle que corría rápido, eso es muy importante.
No sé cuando nos empezamos a centrar en el hermano de Bati que en el mismo Bati, lo que tenemos que saber es que la relación entre hermanos era muy inocente, y lo que entendemos por inocencia es aquello que te imaginas, jugar a la pelota, a veces a la play, a veces pelear, a veces hacer enojar a mamá, a veces ser cómplices de un par de líos, a veces ser hermanos, y a veces ser.
Bati me sonreía cuando me contaba que estaba esperando al hermano para jugar a la pelota con sus vecinos. Siempre lo veía sentado en la puerta de su casa con una remera roja y azul, short con una raya blanca no muy blanca al costado, medias de distinto par, botines, y la pelota en mano. ¿Te mencioné que Bati era un niño con mucho espíritu de niño? Es importante saberlo.
Bati corría muy rápido, y una vez hasta casi me hace tirar la bolsa de los mandados. Entusiasmado me gritó desde lejos que estaba corriendo al hermano y que tenía que alcanzarlo sino iba a perder. Bati era un niño al que no le gustaba perder. Y eso lo supe cuando, por primera vez lo vi llorar; admito que fue muy difícil comprender sus palabras entre lágrimas, mocos y llanto, pero aún así logré captar su tristeza, un tal Lucas le había ganado a las peleitas, y no sólo eso, sino que le había robado un Batman del tamaño de un caracol, pero lo más triste de eso es que ese Batman era del hermano de Bati. ¿Por cuál de todas esas cosas llorabas, Bati?
Conocí las manos anchas con dedos largos del hermano de Bati porque una tarde, como siempre, lo vi a Bati sentado en la puerta de su casa, pero está vez sin botines, sin pelota y sin medias de distinto par. No estaba esperando al hermano para jugar a la pelota. Bati estaba enojado. Me acerqué por curiosidad y descubrí que su hermano, su hermano mayor, muy grande, con ojos chinos y que corría rápido le había pegado. Pero Bati no estaba triste, tenía esos ojitos color miel llenos de lágrimas, pero sé que Bati no iba a llorar. Porque Bati no estaba triste. Bati estaba enojado. Enojado con su hermano mayor, muy grande, con ojos chinos y que corría rápido. El relato que me contó fue muy corto, no quise insistir, supe que no había sido muy grave, en definitiva, no estaba lastimado, pero Bati me confesó algo que no me esperaba: "Estoy enojado porque mi hermano tiene manos anchas y dedos largos entonces me puede pegar más fuerte". Le dejé un chupetin en sus piernas, y me fui, sin contestarle, porque sé que no quisiera escuchar una respuesta cargada de ternura. Quería respetar su enojo.
Año nuevo. Cómo olvidar ese treinta y uno de diciembre a las nueve y media de la noche cuando Bati tocó el timbre de mi casa, agitado de tanta risa acumulada. "¿Qué pasa, Bati? ¿Estás bien?". Y la verdad que Bati estaba muy bien, me contó que estaba jugando a las escondidas con el hermano y los primos y necesitaba un lugar donde esconderse. Encantada por tal inocencia, lo invité a pasar, y comimos postre, pero éste postre no era cualquiera postre, sino que era flan con crema, ¿lo importante?: "es el postre favorito de mi hermano". Su sonrisa se iluminó tanto que tuve que guardarle el resto del flan y el resto de la crema en una hoya para que pueda llevársela contento al hermano, sin importar el destino de las escondidas, seguramente sabrás, que Bati no ganó.
Y fue así como fui conociendo al hermano de Bati por el mismísimo Bati.
Me llevé una sorpresa cuando me enteré por la kioskera de la esquina que el hermano de Bati no era tan grande ni tan mayor como él lo suponía. Era solo un año mayor que Bati. Pero claro, aún seguía siendo mayor, y aún seguía teniendo manos anchas con dedos largos.
Lo que sigue es muy triste. No supe más de Bati. No lo veía en la puerta de la casa sentado esperando para jugar a la pelota, ni triste, ni enojado. Bati no esperaba más en la puerta de la casa. Bati creció, y ya no necesitaba esperar a nadie, ahora él iba solito, ahora él tenía manos anchas con dedos largos y corría muy rápido y le ganaba a los más niños. Bati ya no era más el niño con mucho espíritu de niño. Y eso lo comprobé yo misma. La última vez que hablé con Bati estaba comprando medio kilo de milanesas de carne para cocinarse, porque la mamá no estaba (lo supe porque se lo estaba contando a Juan, el carnicero). Bati me reconoció, si, y me saludó, pero ya no vi aquel brillo en los ojitos color miel que me demostraban su enojo, su tristeza o su entusiasmo. Solamente vi a un Bati de, ¿quince, catorce años? Sí.
Y se lo pregunté, se lo pregunté porque me intrigaba mucho, pero a penas terminé la pregunta supe que me había equivocado. Hubiera sido mejor quedarme callada a ver esos ojitos llenos de decepción que me dieron un golpe enorme al alma. Y hasta me asusté. Me asusté por aquel niño con mucho espíritu de niño.
"¿Y tu hermano?"
Bati de quince años me miró y bajó la mirada: "Está en mi casa, pero no habló más con mi hermano."
Pude captar enseguida el grado de decepción que había en su voz, un porcentaje de amargura, y muchos centésimos de tristeza.
Perdón Bati, perdón por haberte amargado ese medio kilo de milanesas de carne, perdón por haberte traído una pesadez al corazón.
Siempre me pregunté si el flan con crema seguiría siendo el postre favorito del hermano de Bati, y si alguna vez pudieron recuperar aquel Batman del tamaño de un caracol. No sé como terminaron esas escondidas, y tampoco sé si Bati pudo alcanzar corriendo al hermano. No lo sé y creo que jamás lo voy a saber.
No hablé más con Bati. Bati y su familia eran mis vecinos. Nunca conocí al hermano de Bati en persona. Son todos detalles que tal vez en otras circunstancias son importantes.
Ahora veo a un Bati de 17 años caminando de noche, con una capucha negra, mochila azul y manos en los bolsillos. Siempre me pregunté qué había pasado con el hermano de Bati. No sólo yo, sé que el niño con mucho espíritu de niño también se lo está preguntando.

Nunca me voy a olvidar el brillo en los ojos de Bati cuando me hablaba del hermano. Eran muchos sentimientos acumulados en un frasquito de niño. Y hoy, ese brillo se desvaneció, aunque sé, que en el fondo de ese caparazón de 17 años está el niño con mucho espíritu de niño que amaba a su hermano mayor, muy grande, con manos anchas, dedos largos, ojos chinos y que corría rápido...muy rápido.
Corré más rápido Bati. Seguramente lo alcances.


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